El Día del Periodista peruano constituye una valiosa oportunidad para reflexionar y, también, para hacer profesión de fe sobre nuestras convicciones de comunicador social en tiempos tan complejos como los que vive tanto la sociedad peruana como la colectividad mundial.
Los acontecimientos ocurridos en nuestra patria hacen ver que la jerarquía de los poderes ha cambiado y que, otro tanto, ocurre en otras latitudes. Se podría afirmar que el principal poder es en la actualidad el poder económico y el segundo el que ha asumido el poder mediático, relegando a un tercer lugar el poder político, lo que evidentemente pone en cuestión el sentido de democracia en la que vivimos.
Comencemos por recordar que la libertad de palabra, en su soberana dimensión, tiene ahora limitaciones que se contradicen en un mundo cada día más mundializado por las tecnologías de la información y el conocimiento. Cómo entender esta realidad. Hay nuevos paradigmas que marcan fuertemente el actual escenario nacional y tienen una consecuencia: el poder político va en constante retroceso. Los actores políticos se sujetan a la agenda de quienes manipulan el poder de los medios. Preocupados en la solución de sus propios problemas, han demostrado que no tienen nada que decir en materia de comunicación de masas y ésto les viene ocasionando una fragilidad total para equilibrar las acciones de gobierno con las soluciones que deben darse en el terreno social. Por eso, cada vez tienen menos posibilidades concretas de influir y de intervenir en la realidad tal como es.
La Asociación Nacional de Periodistas del Perú consciente de su rol señero, como matriz histórica del gremio de la prensa, se ve en estas circunstancias, en el deber de exhortar a cuantos están involucrados en el ejercicio de la profesión, a que tomen nota de este fenómeno que está convulsionando política, económica y socialmente el mundo del trabajo y del quehacer humano en general. Hay más de una razón para ello pero basta recordar que, hasta hace muy poco, la cultura periodística se concibió en países como el nuestro, como una actividad destinada a edificar el espíritu y la mente, producir emociones, construir una sensibilidad. Hoy no hay nada o muy poco de eso. Los espacios dedicados a la comunicación social cada vez son más reducidos, anquilosados por efecto de una prensa amarilla o de una prensa sensacionalista afín al mercado, que se ha convertido en paradigma para organizar a la sociedad desde todos sus aspectos. En la actualidad la cultura periodística está prácticamente inmersa en ese disparatado mundo, donde el morbo tiene mayor valor que la verdad informativa.
Nos preguntamos, qué es lo que nos depara el futuro en estas condiciones, cuando el poder económico tiene carencia total de dimensión humana y social, cuando se convierte en enemigo muy fuerte de los trabajadores a quienes hace sentir sus efectos muy duros y pone en riesgo la estabilidad de nuestras organizaciones, llámese gremio o sindicato, invadiendo sus conceptos, sus políticas, sus estrategias y sus acciones y despojarles de toda legitimidad.
Sin embargo, todo no ha terminado. En la ANP creemos que hay espacio suficiente para pensar en la modernización de nuestras estructuras organizativas y la inteligencia adecuada para afrontar los nuevos retos de esta realidad. Queremos que los periodistas tengan trabajo decente, que la precariedad no continúe y que los nuevos mecanismos jurídicos, que los desprotejen legalmente, se conviertan en un futuro próximo en recuerdos nefastos del ayer. Aquí en la ANP creemos que existe un mensaje esperanzador motivado por la conciencia cada vez más fuerte sobre los derechos fundamentales que corresponden al trabajador como periodista. Se puede afirmar que estamos en el umbral de una legitimación de los derechos humanos, en donde el derecho a la vida y al trabajo están en primera línea.
Por eso insistimos en la reflexión, pero también en la acción.
Que el abrazo de hoy día no sea de circunstancias y se convierta, más bien, en una tarea unitaria para que se imponga en nuestro trabajo diario un mejor concepto y práctica humanista, que haga posible el respeto a los derechos sociales y económicos, al libre ejercicio de la profesión, sustentado en los valores de una firme democracia, donde impere por encima de todo la libertad de expresarse sin temor, pero también sin discriminación a la opinión ajena.
Lima, 1 de octubre 2010
Roberto Mejía Alarcón
Presidente ANP
Zuliana Lainez Otero
Secretaria general ANP
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